Últimamente existe una fuerte corriente musical que se encarga de reverenciar y rescatar esencia y discos de bandas punk españolas de los 80 (en plena época de la Movida), puesto que, ahora que el tiempo ha corrido lo suficiente como para poder apreciar con perspectiva este movimiento, la significación cultural y la importancia del universo punk en nuestro país es enorme, y su comprensión se vuelve indispensable para poder entender la historia de toda una generación que tendió el nexo de unión entre un régimen dictatorial y un nuevo milenio ilusionante.
Históricamente, Canarias, dada su localización territorial (un pequeño archipiélago perdido en la inmensidad del océano Atlántico, a tiro de piedra de África y a 3 horas de avión de la capital política del reino español), se ha caracterizado por cierto hermetismo cultural. Resulta inevitable. Pero resulta también que la región afortunada tiene algo que decir en lo que a punk nacional se refiere. A pesar de que la movida célebre es la madrileña, la liberalización post-franco fue unánime dentro de la orografía española, y también en las Islas existió panorama punk, aunque evidentemente, en mucha menor medida que en la península.
En el año 2010, la revista Rolling Stone en su edición española publicaba un artículo titulado El disco más caro del punk español, haciendo referencia a la mítica banda tinerfeña Familia Real, un grupo que en el año 1982 (cuando eran sólo adolescentes de unos 17 años) obtuvo como premio a su victoria en un concurso de bandas (la mayoría no tan intensas como ellos) la posibilidad de editar un single a doble cara con dos canciones del que se lanzarían 500 copias. En aquel concurso, organizado por el Pub Lennon de La Laguna, Silver S. Ramos, el vocalista, se partió una botella de cristal en el brazo y comenzó a rasgárselo compulsivamente, haciendo fluir la sangre a borbotones para asombro y deleite del jurado. Era el apogeo de la rebeldía y lo políticamente incorrecto, la auto-destrucción como elemento de protesta, la desilusión por bandera. Todo ello aderezado con droga, como tiene que ser. En aquella ocasión, dexidrina + alcohol, un suave combinado para una tarde calurosa. Al día siguiente, toda la prensa local se hizo eco del espectáculo, aunque claro, no salió de la isla.
De esta jornada épica saldría el grupo que grabaría el disco que, hoy, se ha convertido en el más codiciado por los devotos del punk en nuestro país. Hasta 1000 euros se ofrecen por este extraño ensayo. En su momento, 400 unidades fueron para el grupo, que lo repartió a su antojo, y otros 100 discos fueron sorteados en el diario tinerfeño El Día. Las canciones del single fueron Destruye y Depresión, toda una declaración de principios.
Los cuatro integrantes del grupo continuaron con su existencia, que artísticamente no llegaría mucho más allá de cierta repercusión en la más-que-modestísima escena punk tinerfeña, pero su legado ha alcanzado cotas que nadie podría haber esperado. Su trabajo conserva y conservará siempre ese aroma contestatario y provocativo que poseen las obras nacidas de las entrañas del género, sin parafernalia ni presunciones, y continuará revalorizándose más y más con el paso de los años. Es el aroma a leyenda.