Dicen que los ojos son el espejo del alma. Reflejan nuestro ser. Enseñan al mundo lo más privado que tenemos. Nuestras miradas son capaces de expresar y dar sentido a nuestra personalidad. Con los ojos somos capaces de seducir, de intimidar, de expresar miedo, agobio, tristeza y alegría. Más que un espejo, nuestros ojos parecen un buen actor. Y, como buen actor, mienten. Más bien, distorsionan la verdad. Si nuestros ojos son un espejo, entonces reflejarán nuestra alma del revés. En esta acción reside la mentira o la distorsión de la realidad. Podríamos debatirlo: si consideramos que el reflejo de nuestra alma es una entidad con vida propia (es un objeto independiente), entonces los ojos son unos mentirosos compulsivos; si consideramos que el reflejo de nuestra alma es solo una distorsión de la original y depende enteramente de la misma para existir (son un objeto dependiente), entonces nuestros ojos son unos prestidigitadores muy competentes. Cuales quiera de las dos opciones nos conducen a la misma pregunta: ¿Lo que vemos existe realmente o la realidad depende del modo de ver de cada individuo?
John Berger trabajó como profesor de dibujo y se dedicó a escribir crítica de arte. En 1972 dirigió en la British Broadcasting Corporation (BBC) un programa de televisión titulado Ways of Seeing (Modos de ver). Un programa dedicado a enseñar cómo nuestra manera de mirar, nuestro modo de ver e interpretar la realidad son decisivos a la hora de entender una obra de arte. Este programa tuvo un gran éxito y se adaptó a un libro con el mismo título. John Berger nos expone una forma de entender el arte que se basa en nuestros ojos. En nuestra manera de ver el mundo, de comprender la realidad. Su teoría parte de una concepción realmente interesante: no existe una sola realidad, si no que cada mirada tiene la suya propia.
Parece que esta concepción relativiza el mundo en el que vivimos. Si cada uno de nosotros vemos una realidad distinta, entonces cada uno de nosotros tenemos razón sobre la misma. Pero, en mi opinión, refleja todo lo contrario. La realidad es un consenso entre diferentes modo de verla. Es verdad, no existe una realidad absoluta y verdadera, pero, eso no significa que no exista una realidad nuestra que refleje el consenso sobre lo que es verdad y lo que existe en la misma.
En el libro ‘Modos de ver’ John Berger ejemplifica su teoría con diferentes obras pictóricas que dependiendo del modo en el que las veamos cambiarán su significado para nosotros. Es decir, cambiarán su significado general. El papel del crítico de arte no es decidir si una obra es buena o no, más bien debe tratar de descubrir cuál es el significado consensuado de una obra de arte en un momento determinado. Porque El triunfo de la muerte, de Pieter Brueghel ‘El viejo‘, no es la misma obra ni tiene el mismo significado para los ojos de alguien que sufrió la peste negra, que para nuestra mirada contemporánea y alejada de una enfermedad que asoló y puso en duda la existencia misma del ser humano en Europa.
Esta concepción sobre el mirar es tan revolucionaría e interesante que la realidad depende incluso de la altura desde la cual la observamos. Todo es más grande cuando somos pequeños. El mundo es diferente, no significa lo mismo. Conforme nuestra mirada se va alejando del suelo, el mundo cambia y lo que antes nos parecía enorme ahora nos resulta pequeño e insignificante.
Ensayo sobre la ceguera, de José Saramago, trata de una enfermedad pandémica que provoca una ceguera blanca en la población. Solo una persona es inmune: la mujer de un médico oftalmólogo (nótese la ironía). Podríamos decir que esta novela debe su existencia a la capacidad de ver de esa mujer. La existencia necesita ojos. Si en la novela todo el mundo se hubiese quedado ciego no habría nadie que pudiese contarnos la historia. Además, siguiendo los preceptos propuestos por Berger, esta novela sería la única realidad posible. No existiría ningún tipo de conflicto entre diferentes modos de ver los hechos descritos en la misma. Porque solo existiría un modo de ver las cosas. La conclusión a todo esto me da un poco de miedo: solo existimos porque alguien nos ve. Las cosas solo existen porque las vemos. Al parecer lo que nos decían de pequeños era verdad: si no miramos, el monstruo desaparece.
En ‘Modos de ver’ se llega a una conclusión muy interesante: no son las obras de arte, somos nosotros. El arte es lo que nosotros queremos que sea. No existe por sí mismo. Somos nosotros los que designamos qué es arte y qué no lo es. Se trata de otro consenso.
Esta obsesión por el consenso parece algo realmente democrático. ¿Qué hay de malo en que por mayoría, aunque sea inconscientemente, decidamos qué es real y qué no? Pues que, como en todo, hay clases. Tus ojos no valen lo mismo que los míos que no valen lo mismo que los ojos de un rey que no valen lo mismo que…En las obras de arte los ojos de un experto tienen más valor que los de alguien que no tiene ni idea de lo que está viendo. Porque el modo de ver del experto tiene una cualidad que el mero de los mortales no tiene: la expertise. Por eso, si usted decide visitar este verano algún museo, alrededor de cada cuadro encontrará una descripción de lo que está viendo. Porque usted no tiene ni idea. Sus ojos son tontos de remate.
Berger odiaba la expertise. Por eso, sus modos de ver son plenamente democráticos. Por eso, odiaba los textos explicativos que los museos ponían al lado de los cuadros. Por eso, deberíamos tener cuidado con los textos explicativos que ponen los políticos y medios de comunicación al lado de la realidad.
Podríamos decir que el mundo se divide entre los que tienen unos ojos optimistas y aquellos que tienen unos ojos pesimistas, más tristes. Y que entre estos dos grandes grupos no existe un claro consenso sobre cómo debería ser el mundo. Unos dicen, como dijo Spinoza, que vivimos en el mejor mundo posible. Otros afirman, como afirmó Schopenhauer, que el mundo es un vasto océano de sufrimiento. Pero, volviendo a Saramago, existe otro grupo que sufre de una grave enfermedad pandémica. Un grupo que ha decidido cerrar sus ojos al mundo. Ya saben lo que dicen: ojos que no ven, corazón que no siente.
Texto de Andrei Cristian Medeleanu – Let’s Read About It. @lets.readaboutit