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Bohemia Librería: Modi y Jeanne, los amantes de Montparnasse

Amedeo Modigliani nació en Livorno, Italia, en el seno de una familia judía de comerciantes el 12 de julio de 1884. Amedeo significa “el que ama a Dios”. Nada mejor que nacer con ese nombre para encarnar arte y amores. Todo en gran medida y a la altura de lo divino.

Dotado de una belleza física que lo destacaba de los demás a pesar de su corta estatura -medía sólo 1,60- y con una lesión pulmonar que lo tuvo a maltraer durante toda su vida, Modigliani desarrolló desde niño una personalidad solitaria y enigmática que lo hizo encontrarse con el arte como modo de vida.

De pequeño, Amedeo Modigliani no pudo llevar adelante una educación tradicional. Su problema pulmonar le impedía asistir día a día a clases como los demás niños de su edad. Esa imposibilidad de tener una vida normal lo llevó a estudiar pintura y escultura, primero en Italia, para luego trasladarse en su juventud a la ciudad de sus sueños: París.

Modigliani, o “Modi”, como le decían sus amigos, llegó a París en 1906. Tenía sólo veintidós años. Llegaría en el momento exacto para disfrutar de la bohemia parisina. Pronto comenzó a frecuentar círculos artísticos y literarios y a rodearse de grandes figuras influyentes en su arte. Gigantes como Pablo PicassoToulouse-LautrecGeorges Braque o Paul Cézanne. Ya en su primera etapa artística se destaca la importancia de estos maestros. Incluso fue el propio Picasso quien aconsejó a Modigliani que se mudase a la zona de Montmartre.

A medida que se fue adaptando a Paris, Paris se fue adaptando a él. Amedeo Modigliani vivía un romance apasionado con su vida parisina. Cada vez más plagada de arte y de mujeres, pero también de alcohol y de drogas. Modigliani amaba la pintura pero, a diferencia de otros artistas como Picasso, era muy solitario y leía mucho. Se apasionó por la Divina Comedia hasta el punto de saberla de memoria.

Amedeo Modigliani era culto y seductor. Tenía algo que hacía que nunca encajase del todo en ningún sitio. Esa soledad que cargaba desde niño era su fortaleza pero a la vez, lo atormentaba. Se sentía poco valorado como artista. La verdad es que el primero que no daba valor a su arte era él. Eso lo llevaba a regalar gran parte de sus obras y a vivir en estado de precariedad.

Todas esas veces que sufría y dudaba de sí mismo, se refugiaba en la bebida, en el hachís y en los brazos de las mujeres que hacían fila para posar desnudas ante él. Modi pintaba sus cuerpos pero, sin embargo, dejaba las pupilas de sus ojos de un negro oscuro. Decía que “sólo a través de los ojos se escapaba el alma de las personas”. Amedeo Modigliani usaba esos cuerpos como paño de sus lágrimas, pero nunca tocaba su alma. Esta quedaba capturada dentro de esas pupilas oscuras.

La vida en Montmartre se estaba poniendo difícil para el pintor italiano. Las mujeres y las drogas estaban consumiendo casi todo su tiempo útil. Es por eso que decide mudarse a Montparnasse. Esa decisión fue como dejar la adolescencia artística para pasar a la adultez.

Ya en Montparnasse, y en apenas cinco años (de 1915 a 1920), Modi se desarrolla como artista y se consagra como pintor con sello propio. Sus figuras de rostros alargados y sus mujeres con las pupilas pintadas de negro lo hacían inconfundible. En Italia y de muy joven, Amedeo Modigliani había tenido cierto coqueteo con la escultura, arte en el que no se desarrolló. Esa experiencia como escultor fue fundamental en su estilo. Las imágenes planas, casi sin claroscuros, dan testimonio de ello.

Ejemplo del estilo escultórico de Modigliani, con el mismo patrón reconocible en sus pinturas

Modigliani no fue un retratista. Sus cuadros no son copia fiel de la imagen de las personas retratadas, sino una transformación de esa imagen a través de sus ojos. Sin embargo, fue catalogado como tal. Sobre todo por las modelos que posaban ante él para ser plasmadas en su lienzo. Todas coincidían en que, de alguna extraña forma, Modi lograba retratar sus almas y dejarlas ahí, por siempre, entre sus pinceladas. ¿Sería el truco de no robarles el alma con sus pupilas negras lo que lograba esa magia?

Tres ejemplos del estilo de retrato característico de Modigliani

No había otro como Modi. El artista estaba tan agradecido a París por ser su ciudad inspiradora que incluso se alistó para luchar en el ejército durante la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, fue rechazado para batallar en el frente por su delicada salud pulmonar.

De todas las mujeres que posaron ante sus ojos, sólo dos lograron captar su corazón. La primera fue Beatrice Hastings, una poeta británica con la que vivió un complicado romance en el que abundaban las peleas y el alcohol. Beatrice logró despertar la creatividad de Modigliani como nadie lo había hecho antes. Pero la intensidad del vínculo era demasiado alta. Ella lo abandonó y regresó a Inglaterra.

Su segunda mujer fue Jeanne Hébuterne. Se conocieron en 1917 en el Café de la Rotonde, en París. Ella era pintora, estudiaba artes plásticas y también era modelo viva. Cautivó a Modigliani con su belleza. Él era catorce años mayor que ella. Y no sólo eso. Era pobre y judio. Todo lo que la familia Hébuterne, de clase acomodada y mentalidad ultra católica, no quería para su hija. Sin embargo, nada de eso, ni tampoco la frágil salud del artista de Livorno, que había empeorado en los últimos tiempos debido a una tuberculosis, impidió que vivieran un apasionado romance. Amedeo Modigliani retrató a Jeanne en varias oportunidades, y estos retratos están considerados como sus mejores obras.

A su vez, Jeanne era también una pintora de gran talento. Retrató en varias oportunidades a Modi, pero dejaría su carrera de lado para apoyar la de su pareja. Debido a que las obras de Amedeo Modigliani eran muy controversiales por sus desnudos, sobre todo en París, la pareja se mudó a Niza con la esperanza de que el artista pudiera vender sus pinturas allí entre los ricos veraneantes de la zona. Pero eso no sucedió.

La pareja (conocida como “los amantes de Montparnasse”) regresó a París a vivir en un cuarto húmedo y sin un centavo. En 1918 tuvieron a su primera hija, pero debido a los problemas económicos que sufrían y la salud precaria del pintor italiano, Jeanne Modigliani creció lejos de ellos. En 1920 Jeanne Hébuterne quedaría nuevamente embarazada. Cabe destacar que ambos estaban sumidos en la más profunda pobreza debido a que la familia de Jeanne le había retirado todo tipo de subsidio a su hija. Sobrevivían a base de latas de sardinas y vino.

Tal era el mundo paralelo en el que vivían que Jeanne, con ocho meses de embarazo, no había tomado noción de que la tuberculosis de Modi se agravaba cada día más. Cuando ella supo que sólo le quedaban unas horas de vida, decidió retratarlo para recordarlo por siempre. El artista fue llevado al hospital por un vecino de la pareja que también era pintor, pero nada se pudo hacer ya por él. Amedeo Modigliani falleció el 24 de enero de 1920, aquejado de tuberculosis.

Dos días después de su muerte, Jeanne fue alojada en el apartamento de su familia en París. Mientras ellos discutían su futuro y el de sus dos hijos, ella se arrojó del balcón del quinto piso del edificio. Con sus ocho meses de embarazo a cuestas.

Pero la historia no termina ahí. Mientras Modigliani fue enterrado con honores y despedido por las calles de París hasta su última morada en el cementerio de Pèrre Lachaise, Jeanne fue despedida en el más absoluto hermetismo. Sólo rodeada de su familia, y enterrada lejos de su amado Modi en otro cementerio en las afueras de la ciudad. La familia Hébuterne culpó a Modigliani de la muerte de su hija, y de ninguna manera quisieron que sus restos descansasen en el mismo cementerio.

Diez años le llevó al hermano de Amedeo convencer a la familia Hébuterne para que los restos de la joven fueran trasladados a descansar junto a los del artista italiano. Ella había muerto con apenas veintidós años, embarazada de ocho meses, y dejando huérfana a una pequeña niña de dos años.

Por Amedeo Modigliani, había dejado de lado su prometedora carrera como pintora. Luego, resignado su modo de vida de parisina de clase acomodada para vivir en la pobreza. Sin la pequeña Jeanne Modigliani, porque no la podían mantener. Y cuidando día y noche de su marido enfermo. Había entregado, en nombre del amor, su vida. Es por eso que su familia, si bien aceptó que sus restos descansaran al lado de los de su marido, decidió dejar una pequeña ironía en su epitafio, en el cual se puede leer: “compañera devota hasta el sacrificio extremo”.

Tres ejemplos del talento artístico de Jeanne Hébuterne
Auto-Retrato
Retrato de Amedeo Modigliani

En sus últimos cinco años de vida, Modigliani estuvo cerca de tenerlo todo. Es cierto que el dinero y la salud le fueron siempre esquivos. Pero esos últimos cinco años llegó a disfrutar de cierto reconocimiento como pintor en el ambiente parisino y, también, del amor incondicional de Jeanne. La muerte alcanzó a Modi a los treinta y cinco años y en pleno auge creativo. Solitario, raro, drogadicto y muy, pero muy talentoso, su epitafio reza: “Llamado por la muerte cuando había llegado a la gloria”.

Texto de Gisela Monti. Bohemia Librería. @bohemia.libreria / @gisela.monti

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