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Bohemia Librería: On the Road – una historia de amor con Jim Morrison y Pamela Courson

London Fog se llama el bar. Queda en Los Ángeles, California, y es verano de 1966. No es Londres, no hay niebla, y el futuro es un atardecer colorado como el pelo de Pamela Courson la noche que conoció a Jim Morrison ahí mismo, mientras él tocaba con su banda nueva, The Doors.

Jim y Pamela no planearon casarse ese mismo día, pero de alguna manera, el destino se encargó de unirlos toda la vida. Hasta el momento en que Pamela encontró a Jim sentado en la bañera de su departamento de París con una sonrisa burlona en la cara. Al principio creyó que le estaba gastando una broma. La realidad es que era el fin. Jim había muerto. Había ingresado al mítico club de los 27.

La muerte, especialmente cuando las drogas y la juventud están involucradas, es lo primero que llama la atención del periodismo. También de la gente común, que intenta juzgar la vida de un personaje mítico con la misma vara que su vida mediocre y aburrida. Pero esta historia no va de sorpresas ante la muerte de Jim Morrison, que murió como vivió, sino de todo lo que pasó en el medio, y de la felicidad que se asomó en mitad de la oscuridad en esos años que van desde 1966 hasta 1971.

The Doors era una banda que giraba por pequeños bares de Los Ángeles. Si bien muchos expertos coinciden en que su talento musical no era descomunal, la verdad es que la belleza física y el porte escénico de Jim sí que lo era. Eso ayudó a que la banda tomase una fama acelerada. Inmanejable para alguien tan joven como Jim Morrison, que contaba con menos de 25 años cuando The Doors explotó.

La fama repentina y las largas jornadas de gira hicieron aún más estrecha la relación de Jim y las sustancias. Pam, siempre cerca de él, lo ayudaba con las letras de las canciones. También se encargaba de la salud de su novio, aún a pesar de tener ella misma una relación conflictiva con las drogas.

Cuando The Doors empezó a congregar multitudes y tocar en estadios, Jim Morrison empezó a escupir sangre a raíz de su fuerte consumo. Debido a ello, haciendo caso un poco al consejo de su médico y otro poco a Pam, se mudaron a París a fin de alejarse de la vida tóxica que ambos llevaban en Los Ángeles.

Jim creía que París era su lugar ideal: estaba obsesionado con la poesía de Baudelaire y con la belle epoque. Soñaba con dedicarse a escribir y caminar por las calles de la ciudad. Lejos de los problemas que le ocasionaba la fama.

Sin embargo, ya en París, la salud de Jim no mejoró: su tos con sangre lo seguía persiguiendo. Es por eso que por consejo médico decidieron emprender un viaje a un lugar cálido. Fue así que pasaron uno de los mejores momentos de su vida cuando se instalaron por un tiempo cerca de La Alhambra en Granada, España.

Jim y Pamela alquilaron un Peugeot con el que atravesaron los Pirineos y pararon en Madrid para visitar el Museo Del Prado. Pam había comprado una cámara Súper 8 con la cual documentaría el viaje. Una novedad para la época. La primera imagen que tomó fue de Jim paralizado por la belleza del Jardín de las Delicias de El Bosco.

El viaje continuó por ruta hasta su destino: La Alhambra, Granada. Les habían hablado mucho de ese lugar, sobre todo porque una serie de artistas se había instalado allí y había fundado un local multicultural que se llamaba Zíngara. Lo primero que hicieron cuando llegaron fue ir a visitarlo.

El lugar era, para España, muy innovador. Uno de sus fundadores viajaba seguido a París, de donde había tomado las influencias de un amigo cercano, Jean Paul Sartre. Amén de ello, a Zíngara llegaban muchos viajeros americanos, por lo que la cultura hippie de los sesenta explotaba en el local con exposiciones de poesía y discos de Santana Jimi Hendrix que sonaban en loop.

Jim y Pam estuvieron hasta altas horas de la madrugada disfrutando de Zíngara y su ambiente musical. Fue allí donde Jim Morrison se enteró de que Janis Joplin había muerto a los 27. Esa noche se tomó una botella de whisky entera y pidió que pusieran sus discos como homenaje.

Jim y Pam disfrutaron unos días más de la cálida Alhambra y sus paisajes. Pam continuó con sus filmaciones caseras de Jim en donde se lo veía extasiado por la belleza del lugar. Lo definió, mirando a cámara, como “el lugar más bello del mundo”. En ese viaje Jim relata haber sido más feliz que nunca.

El resto ya es historia. Jim muerto en la bañera de la cuarta planta del número 17 de Rue de Beautreillis, en París. Su cara burlona de niño muerto. Las teorías macabras que rondan su deceso. La muerte de Pam dos meses después. Pero de eso ya se ha hablado demasiado. No así de la felicidad que a Jim le causaba París. Tampoco de ese corto viaje a La Alhambra.

Pasamos la vida viviendo momentos mediocres con destellos de felicidad. Como Jim y Pam, todos estamos on the road. Depende de nosotros capturar esos momentos, tener con quién compartirlos, y animarnos a vivir nuevas experiencias. Quizá el secreto esté en narrar el viaje, y no el destino.

Texto de Gisela Monti, Bohemia Librería. @bohemia.libreria / @gisela.monti

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