Miscelánea

Vacaciones en la guerra

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¿Recuerda usted salir de casa de buena mañana, dirección aeropuerto, con la maleta preparada y la tarjeta de embarque en mano, una sonrisa de ilusión y un enjambre de mariposillas en el estómago ? Recuerda usted, a buen seguro, la última vez que se fue de vacaciones. En nuestra sociedad, cargada de prisas y obligación, los períodos vacacionales representan la recompensa a nuestro esfuerzo. Nuestra galletita por haber hecho las necesidades donde corresponde y no sobre la moqueta del salón. Esta es la historia de Nizar Sassi, un buen hombre que, dispuesto a disfrutar de unas buenas vacaciones, reservó plaza para conocer el Afganistán de los talibanes, allá por el verano de 2001 …

Sassi es (o era) un muchacho francés de orígen tunecino residente en Lyon. Hijo de su entorno pero fiel a sus buenas convicciones, Nizar creció rodeado de una relativa marginalidad, más nunca se entregó a los malos hábitos. Trabajaba duro y empleaba su tiempo libre en conocer chicas y pasar el tiempo con sus amigos. Un muchacho normal, uno más del ghetto árabe-francés. Pero Nizar tenía una pasión, un peligroso interés que acabaría por desembocar en cuatro años lejos del hogar.

Nizar era un amante de las armas, y ansiaba poder ‘jugar’ con ellas, pero sabía que la sociedad europea no es el ambiente idóneo para hacer el cafre con cacharritos … A sus 21 años, y manteniendo una relación ambigua con su comunidad musulmana, es alentado por un miembro de la mezquita local a visitar Afganistán, un paraiso terrenal para los enamorados de las armas de fuego. Poco a poco, Nizar es más y más incitado a viajar unas semanas al país donde podrá saciar su apetito lúdico-bélico manejando armas y munición a placer. El buen chaval no era consciente de que estaba siendo engañado.

Mediante pasaportes falsos, contactos en Londres e Islamabad, Nizar llega a Afganistán convencido de que todas las extrañas situaciones que se han venido sucediendo en las últimas semanas no son más que motivo de risa. Huelga decir que Sassi abandonó Francia con una excusa, y sus familiares y entorno tardarían mucho en conocer la verdad.

Cuando Nizar llega al país de los talibanes, a principios de julio, y tras muchas falsas promesas, se encuentra inmerso en un campo de entrenamiento y formación conocido como El Walid. Allí pasa unas semanas alternando las penurias del campamento con la posibilidad de manejar, a ratitos, arsenal pesado. No era lo que venía buscando, no era la libertad que le habían pintado antes de viajar, pero a él le compensaba tragar toda esa mierda con tal de poder dar rienda suelta a sus más bajas pasiones (kalashnikov en mano, vaya). Además, se sentía un tanto estúpido por haber sido engañado y, ya que estaba allí, lo mejor que podía hacer era disfrutar, aunque fuera bajo condiciones no esperadas.

La vida en el rudimentario campamento, así como su comida, dejan fuera de combate a Nizar tras unas semanas de entrenamiento. Retirado del campo para ser atendido por los médicos, Nizar planea no regresar y, por contra, pretende disfrutar unos últimos días en Kabul antes de volver a casa. Estamos a finales de agosto …

El 11 de septiembre de 2001 pilló a Nizar en pleno Kabul. Mal asunto. Sólo en ese momento tomó conciencia. Era parte activa de Al-Qaeda. Y eso que él nunca había oído ese nombre.

A partir de aquí, incertidumbre, miedo y huidas. Pocos días tardaron los americanos en comenzar a bombardear Afganistán hasta los cimientos. Escapando de Kabul, Nizar y su grupo buscan refugio en las montañas de Tora-Bora, donde son primero ayudados y luego traicionados por distintos grupos locales. La situación es un caos absoluto, y Nizar es entregado al ejército americano, y acaba dando con sus huesos en… Guantánamo.

Guantánamo fue (y es) el nombre con el que se conoce a una de las prisiones más infames de la historia. Situada en Cuba, sus paradisíacas costas fueron testigo de una de las mayores violaciones de los derechos humanos que se recuerda en los tiempos de la tolerancia. Vienen ahora 30 meses de historias y anécdotas, aprendizaje y dolor, miedo y asco, que cambiarían la vida de Nizar Sassi para siempre. No sería hasta mediados del año 2004 cuando, con la ayuda y los recelos de la embajada francesa, consigue regresar a su país, pero lo hace directo a  prisión. Las autoridades, aún tras años de tratar con Nizar directamente, no acaban por definir si están ante una víctima o ante un delincuente. Su historia, sus motivos, sus circunstancias … Todo resulta muy difícil de creer. Por fin, el día 9 de enero de 2006, Nizar puede regresar a casa. Es un hombre libre, otra vez.

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Nizar Sassi, un hombre libre

Ese mismo año, como si no pudiera reprimir ni un minuto más todo el dolor y la frustración que de su corazón nacía, Nizar, en colaboración con el periodista Guy Benhamou, plasmó todo lo vivido en papel con el libro ‘Guantánamo: Prisionero 325, Campo Delta’, publicado en España bajo la editorial EDAF.

Nizar era apenas un crio cuando confió en quién no debía, cuando quiso ver más de lo que era real, cuando siguió su instinto, convencido de querer satisfacer su curiosidad, para acabar siendo vapuleado por un mecanismo cuya naturaleza se le escapaba por mucho. Nizar aprendió a no dejar su destino en manos ajenas, nunca. El único ‘pero’ es que, normalmente, aprender esta lección no suele conllevar un precio tan alto para los demás.

En definitiva, hará usted bien en recordar la historia de Nizar la próxima vez que planifique unas vacaciones; a veces el mayor regalo no es irse, sino poder regresar para enseñar las fotos y volver al trabajo.

 

 

 

 

 

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