En el sistema capitalista el cambio no es una elección. La transformación es necesaria para el funcionamiento correcto de los procesos económicos. El estancamiento es el infierno del capital. Lo estático envejece, el movimiento constante hace funcionar a la máquina bíblica que nos tortura. Vivimos bajo la dictadura constante del movimiento constante. No debemos parar. Por eso, La metamorfosis de Franz Kafka es un libro imprescindible para entender el presente que nos ahoga.
Nos hemos acostumbrado a convivir con cambios rápidos en nuestro día a día. La metamorfosis de Gregor Samsa se produce de una forma rápida e indolora. El protagonista se duerme una noche como ser humano y se despierta una mañana como cucaracha. Fin.
No existe una reflexión temporal en la cual Samsa se dé cuenta de la transformación que está sufriendo. Tampoco existe dolor en el cambio de Gregor. Todo ocurre como un bluff. Casi como si fuera algo mágico, nuestro protagonista pasa, sin darse cuenta, a ser un insecto monstruoso y horripilante.
Este proceso refleja el funcionamiento del capitalismo en su máxima expresión: no existe una gradualidad que nos advierta y nos obligue a reflexionar sobre si debemos aceptar la metamorfosis de buen grado o luchar con todas nuestras fuerzas para que no ocurra. Todo cambio ocurre rápido para que no podamos oponernos a él.
Una de las cosas más interesantes en la metamorfosis de Samsa es que la percepción del cambio viene de fuera. Samsa se ve rechazado por su familia sin comprender el por qué. Ante los ojos de sus familiares Samsa representa y personifica el cambio en sí mismo. La imagen es horrorosa y es rechazada por quién la observa.
Porque el cambio que nos propone Kafka es realmente monstruoso. El libro es una advertencia de una lucidez envidiable. Kafka parece decirnos: “la cucaracha que yo os expongo aquí se encuentra en cada una de nuestras casas. Aparece por la noche sin avisar. Huye de la luz para no ser descubierta. Se mueve por los recovecos más insospechados. Y sin darnos cuenta, un día nos levantamos y está sentada con nosotros en la mesa. Forma parte de nuestro día a día. Se convierte en un miembro más de la familia. Deja de ser una cucaracha.”
Desde un punto de vista marxista, Samsa transformado en insecto no es más que una imagen alegórica sobre la alienación que las clases obreras sufren en sus trabajos y en los diferentes procesos productivos del capitalismo.
En mi opinión, Samsa representa todo lo contrario. El horrible insecto no es más que la imagen de la libertad. Samsa ha conseguido huir de la alienación y convertirse en un hombre libre. Es su familia la que se encuentra alienada y encorsetada en los cánones sociales.
Gregor se acostó como un ser humano alienado, como un engranaje más de la sociedad, como un don nadie, y se despertó como un insecto, como rebeldía, como irreverencia, como un verdadero punky.
La cucaracha no puede trabajar ni producir. Es inservible para el capitalismo. Su rebeldía no es violenta ni revolucionaria. Su metamorfosis representa la realización de un ser nuevo: el hombre postcapitalista.
Gregor, como cucaracha, es la expresión máxima de la identidad postcapitalista: no es un obrero, no es un burgués, no es un burócrata, no es un capitalista, ni siquiera es un lumpen. Es un insecto, un nuevo ente que no pertenece a los intrincados laberintos de la maquinaria capitalista. Es el primer mesías de la religión atea que nos enseña la metamorfosis como camino para cambiar el mundo. Las cucarachas solo parecen algo horrible a ojos de algunos seres humanos. Cuando todos seamos cucarachas dejará de existir lo bello. Seremos más libres que nunca.
Pero, como ocurre con todo mesías, su mensaje provoca miedos y odios varios. Su familia se aleja cada vez más. Tratan de esconderlo, de encerrarlo para que no salga a la luz y sus amigos y vecinos no vean ni escuchen la palabra recién nacida de un nuevo Dios.
El padre de Samsa lo acaba odiando. Su madre sigue teniendo un cariño especial, que no llega a comprender, por su hijo-insecto. Y su hermana es la única que intenta ayudarlo de alguna manera. La metamorfosis de Samsa es un veneno que corroe poco a poco el núcleo familiar. Es un ataque directo al concepto de familia que sustenta el régimen capitalista. Nos demuestra que el amor y cariño familiar tienen un límite.
El padre siente odio por la liberación de su hijo, ya no puede ejercer de pater familias ante la llegada del nuevo superhombre (en este caso superinsecto) nietzscheniano. La madre trata de cumplir la función que se le ha encomendado en un mundo capitalista y patriarcal: cuidar a los hijos. Y para la hermana esto no es más que un examen que debe superar con éxito para poder convertirse, en el futuro, en una buena esposa y madre.
Al final de la historia Samsa muere, solo y abandonado, en su propia cruz. Herido por una manzana que le lanza el padre y que se incrusta en su espalda provocándole una grave infección que, al no ser tratada, se extiende por todo su ser.
Su cuerpo es arrojado por la sirvienta a la basura. Su familia, al saber de su muerte, se siente aliviada y sale a dar un paseo. Los padres, sonrientes, se preparan para casar a su hija que ha superado el examen y ha demostrado ser una buena mujer.
Gregor Samsa no resucitó al tercer día. La rueda sigue girando igual que siempre. Padre, ¿por qué nos has abandonado?
Texto de Andrei Cristian Medeleanu – Let’s Read About It @letsreadaboutit